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  • Juan Pablo Valenzuela

Calles de Montpellier

Montpellier como todos saben -o los que la hayan visitado dicha ciudad- tiene la característica clásica de las ciudades del sur de Francia, la cual consiste en ser pequeña... muy pequeña, es una ciudad que en automóvil puede recorrerse de un extremo al otro en escasos 50 minutos, si el tránsito y los trabajos en nombre del progreso lo permiten por supuesto.

Pero esta cualidad que es igual (en apariencia) a otras ciudades del sur de Francia, cuenta con una característica particular: Si uno camina por esta ciudad y decide recorrerla a pie de punta a punta resulta fatigante e imposible, pues la ciudad no termina.

Aclaro que haciendo honor a la realidad es completamente errado lo planteado en la frase anterior o mal exprimido de mi parte si prefieren, dado que, cuando uno decide en forma deportiva, turística o coloquial recorrer la ciudad caminando de un lado hasta el otro no podrá cumplir con dicho desafío, pero no porque la ciudad no tenga fin, si no, porque se repite.

La razón suele ser mal entendida al explicarla de forma rápida pero si concentramos nuestra atención y mantenemos el paso lograremos comprenderla.

Cuando uno decide comenzar el camino desde una calle cualquiera, con la misión simple de recorrer la ciudad de un extremo al otro, el desafío nunca podrá llevarse a cabo, pues a medida que dejamos cuadras de la ciudad a nuestra espalda y sentimos la alegría de la posibilidad de llegar al final, encontramos que las calles continúan, y los edificios continúan y las casas continúan siempre apareciendo en el horizonte, una y otra vez, lo que terminará en un momento dado con toda esperanza de llegar al final.

Muchos anteriores a mi y muchos posteriormente a nosotros, intentaron e intentarán la hazaña, pero como ya lo comentamos no pudieron ni podrán cumplir tal misión.

Tras muchas averiguaciones y reflexiones he dado con la explicación lógica a tal acontecimiento... Ocurre que las calles se repiten, ¡literalmente! No me refiero a la monotonía o a la semejanza arquitectónica del sur de Francia, si no, a que realmente las calles se repiten. Esto se debe a que las cuadras que uno ha dejado a tras se trasladan rápidamente hasta el otro lado de la ciudad, por consiguiente, mientras uno va caminando la ciudad se alarga o en realidad se desplaza junto con uno. De esta forma, las cuadras que han quedado en la espalda aparecen nuevamente en frente de uno.

Como la idea de cuadras móviles resulta francamente absurda uno tiende a pensar, como es natural y lógico, que las calles se parecen unas a otras, pero no se parecen, son idénticas, para ser exacto: Son las mismas calles que uno ya ha recorrido.

El desplazamiento tiene lugar por la organización de manzanas completas que no gustan ser dejadas atrás... que captaron la petulancia de deportistas, turistas y vagabundos, que entendieron mejor que nadie sobre el progresismo y lo post moderno escrito en periódicos que vuelan por sus calles, desafiando a todo el que ose atravesarles, pero conscientes de la realidad de no contar con estructura suficiente para ser de gran envergadura, no queda otra solución que movilizarse unidas todas en el sueño de crecer y así logran dar imagen al peatón de lo absoluto y el infinito...

Cuando entendemos este hecho tratamos como buenos seres humanos de descolocar a las cuadras y hacer caminos nuevos, en primera instancia, por ejemplo, norte a sur e inesperadamente cambiarlo a oeste a este, pero las cuadras ya se han reagrupado desplazándose en forma similar a nuestro tan pensado y elaborado plan de sorpresa... Las cuadras se van avisando y la que tenemos bajo nuestros pies da señales gracias a los semáforos de las esquinas a las cuadras anteriores y futuras de nuestros planes anti-seguimiento.

En automóvil, como ya dijimos, esto no ocurre porque las cuadras no se molestan en correr, pasean tranquilas a paso peatonal pues aun que ellas quieren dar la imagen de interminables también prefieren tomarse las cosas con calma, como suele acontecer en todas las pequeñas ciudades.

Así, por voto popular de las cuadras en sindicato, decidieron dar la imagen de enorme e infinita ciudad solo a los peatones y dejar a los automóviles ausentes de tal maravilla organizativa.

Pero si uno decide ir aun contra la organización de la ciudad y toma prestada o en alquiler una bicicleta para llevar a cabo la misión ya explicada, terminará también tristemente decepcionado y agotado, pues las calles ya no se movilizarán de la misma manera, sino que, jugarán una broma cruel al ciclista haciendo de sus calles un círculo, más exactamente un ovalo para divertirse observando al ciclista girar, cuales espectadores de velódromo. Sospecho la realización de apuestas entre las cuadras por adivinar quién de los ciclistas se rinde primero en esta carrera circular.


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