- Juan Pablo Valenzuela
Carta a un miserable
Y pensar que eras tan afortunado
preferiste cambiar todo para ser miserable…
Con plata, pero miserable.
Porque para lograr el dinero te obligaste a cambiar tus gustos,
renunciar a ver el partido los domingos
con el volumen a fondo y gritando a cada jugada.
Si hasta comenzaste a callar el nombre del club de tus amores por ser “popular”.
La risa sincera y estruendosa se cambió a sonrisa forzada, medida y calculada.
La libertad de una polera paso a la estrechez de la camisa informal con un caballito en el bolsillo.
Pero te vendiste, te vendiste renunciando a tu riqueza,
pues en tu mirada de la vida no se podía ser tù y tener plata.
Te disfrazaste de cuico, de pituco. Pero lo que no conocías, lo que no sospechabas es que ninguno te mira de igual a igual. Porque el acento un poco forzado te delata y saben que no fuiste al mismo colegio que ellos. Y sonríen con ironía que tu sueñes con ir a Papudo cuando para ellos ya está “out”.
Pero te tendrán dentro, en la casa de ellos como le permiten a la nana caminar por sus veredas: Porque es necesario, un mal menor.
y te sabrás ajeno, te sabrás esclavo de un riguroso y estudiado ritual de apariencias volviéndote adicto al gel para dominar ese pelo negro e indio que te delata.
posiblemente tendrás plata, porque los perros guardianes son bien cuidados. Y serás tan pobre de ti, tan ajeno y vacío de ti mismo que el espejo te escupirà a la cara y ellos te verán siempre como un piojo al cual alimentar con algunas gotas de sangre azul y así continues protegiendolos de los otros que son como tu.