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Las librerías en pequeñas ciudades.

  • Juan Pablo Valenzuela
  • 26 avr. 2017
  • 4 min de lecture

Dernière mise à jour : 27 avr. 2021

Para asiduos o incluso, para primerizos en el oficio de visitar librerías, esta es una tarea que dista mucho de poder ser llamada hazaña. Todo esto hablando, de grandes ciudades, en las cuales las librerías, al igual que las tiendas de golosinas, aparecen con sólo desearlo. Girar en una esquina cualquiera y encontrarán una librería, la cual puede ser moderna y grande, similar a las cadenas de comida rápida, o pequeña, anciana con olor a polvo, orina de gato y jarabe para la tos.

Siendo así, no existe problema alguno en obtener información o curiosear sobre un libro o autor determinado. Claro está, que el propietario, encargado o empleado de la librería visitada puede saber mucho, poco o nada de lo que a uno le interesa averiguar, de encontrarnos insatisfechos en la demanda, bastará con salir a la calle caminar una o varias cuadras para encontrar una nueva librería y continuar con la pregunta iniciada en la anterior.

Pero, si por los azares del destino y sus andares, uno se ve estacionado por alguna razón en alguna de las tantas ciudades pequeñas que existen en el mundo, por irónico que parezca, deberá reforzar los esfuerzos y no caer en la desaparición o peor aún, en la histeria, dado que para lograr la tarea que inicialmente se plantea y podemos acordar que suena y se supone simple y liviana de realizar, se presentarán ante el solicitante una serie de complicaciones que pasamos a explicar.

Sucede que en las pequeñas ciudades (no se habla en estas páginas de los pueblos, con los cuales la situación es completamente diferente) las librerías tienen la costumbre de esconderse o simplemente desaparecer por un tiempo no determinado.

Diversas teorías de especialistas en librerías no tienen gran sentido, pues acuden a fantasías y respuestas simplistas llamadas crisis de lectores o educativa, globalización, costos abucibos de los libros, incluso estos “especialistas” acuden a mencionar que el mundo cibernético con su conectividad y acceso facil, rapido y casi gratuito va dejando poco a poco a las librerías sin clientes. Como ya dije, estas fantásticas y poco objetivas teorías sobre las librerías escondidas o sus eventuales desapariciones están sin fundamentos base y sólo se puede entender que los especialistas en librerías están demasiado acostumbrados a las grandes ciudades y no conocen a las urbes pequeñas y sus costumbres, que se alejan muchísimo de las costumbres de las grandes ciudades.

Pero, se han logrado rescatar tres teorías, las cuales fueron proporcionadas por anonimos informantes que solo les relaciona la buena voluntad a cambio de una copa de vino gratuita que este intrigado servidor ha entregado con placer y curiosidad, estas tres teorias cuentan con la elocuencia y seriedad suficiente para poder ser consideradas un aporte indispensable y su coherencia y seriedad son irrefutables:

- La primera teoría, entregada por anonimo barredor de plazas y carterista de fines de semana: Las librerías sufren de el síndrome llamado “Ratón de biblioteca”, por el cual poseen una gran timidez y un muy bajo amor propio, se sienten indignas de lectores ávidos de nuevas historias, de entregar a los lectores inquietos libros nuevos que les llenen sus corazones, dado esto, las librerías de las pequeñas ciudades prefieren disfrazarse de lava-ropas o tabaquería, en lugar de desilucionar a un cliente.

- La segunda teoria, otorgada por jugador de bolas de tiempo completo y jubilado de gasfiter, es que las librerías sufren del síndrome denominado “Rata de biblioteca” y siendo honor al nombre son aiscas y urañas, muy prejuiciosas, no consideran digno al lector novato de cultivarse gracias a sus arcas de conocimientos, a sus grandes bodegas y años de información recopiladas en sus estanterias invaluables, y llegando a la conclusión que toda persona que no ha leido o necesite un nuevo libro es carente de conocimiento y por esto, indigno de servirse de sus tesoros. Así, se disfrazan de tienda de flores o agencia de viajes y en ocasiones caprichosas de sex-shop.

- La tercera y última teoria rescatada, fue proporcionada en horas de la madrugada por un señor que se identifico como pecnoctador de parques y reciclador independiente, Plantea que las librerías de pequeñas ciudades se encuentran solitarias y deseosas de ser consultadas, avidas de lectores curiosos, de compartir sus conocimientos en las artes de la filosofia y resetas de cocina, además, se autodenominan curiosas ellas mismas, por lo que deciden un día, o toman el valor suficiente para desplazarse a las grandes ciudades seducidas por sus luces y fama de poli culturales y cosmopolitas.

Esta última teoría, trae como consecuencia que en las grandes ciudades se puedan encontrar librerías sin ningun problema como ya explicamos o encontremos algunas llenas de polvo producto del viaje largo de una pequeña ciudad a las grandes urbes, y la lógica razón del que sea común encontrar librerías en cuadras que juraríamos no estaban el día anterior.

Como consecuencia de estas librerías móviles podemos explicar el por qué muchos dueños, encargados o empleados de librerías miran con asombro y a veces desaprobación paternal, cuando uno ingresa en pantalones cortos y sandalias, producto del abatible verano de las ciudades grandes y al mirar al encargado lo encontramos con suéter, bebiendo té o café o muchas veces un mate hirviendo.

Es que las librerías se mudan sin consultar a nadie, mucho menos a sus dueños, encargados o empleados que se pondrían a realizar papeleos, tramites para la mudanza y terminarían por llevarse sólo los libros y no la librería en sí y como ella es la que quiere viajar toma la iniciativa, dejándolos con la idea que al llegar a la librería por la mañana un día que el frío calaba los huesos terminaran la jornada encontrandose de pronto y sin saberlo, en el verano de Río de Janeiro o Madrid.

Sin duda, podemos acordar con justicia que ser dueño, encargado o trabajar en una librería de ciudad pequeña es un oficio muy difícil, sólo comparable con los vendedores y dueños de tiendas de alimento para mascotas, pero eso es otra cosa.

Por esto ya planteado, si nos encontramos en una ciudad pequeña, tras muchas horas andar en circulos, no deberíamos caer en la desesperanza y lograremos finalmente encontrar una librería de pequeña ciudad y si ésta no se ha disfrazado de tienda de zapatos o agencia inmobiliaria, debemos ser precavidos al entrar y llevar siempre el pasaporte en el bolsillo, pues esta puede encontrarse casi lista para partir y al salir de ella nos encontraremos en Hong Kong o Buenos Aires.


 
 
 

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